Los segundos que arrebataron el día perfecto.
Tenía un buen preludio mental que acogería bien el domingo de caminata y auto-cháchara frente al mar, hasta que regresas y utilizas esos ojos que me nombran y me hacen desaparecer pensando que somos dos locos contra un mundo de cuerdos. Y ahí estuve, era la combinación genial de tu mirada-sonrisa, tan igual como la recordaba. No dijiste nada, qué más da; ya no espero despierto ese sueño.