Después de mucho pensar en si debía o no, me decidí encontrarte. Me viste y quisiste no reconocerme, las palabras se pusieron en tu contra y yo atiné a nada más que identificarme. Me invitaste a pasar y usaste esas palabras que tan cliché usadas no pensé utilizarías: "¿Y Cómo has estado?". Y no es que esperara un fuerte abrazo o alguna otra expresión de afecto, pues definitivamente no serías tu.
Entramos en cháchara por un largo rato, éramos dos desconocidos intentando volver a lo de antes. De pronto, te pusiste de pie sin decir nada, fuiste a tu habitación y trajiste un pequeño chocolate que no estaba envuelto en su empaque original, y ni siquiera estaba completo, me lo entregaste y dijiste algo que alegró el total de mi día: "Disculpa, está mordido, es que me gusta mucho el chocolate". Tenía tanto para decirte.
Entramos en cháchara por un largo rato, éramos dos desconocidos intentando volver a lo de antes. De pronto, te pusiste de pie sin decir nada, fuiste a tu habitación y trajiste un pequeño chocolate que no estaba envuelto en su empaque original, y ni siquiera estaba completo, me lo entregaste y dijiste algo que alegró el total de mi día: "Disculpa, está mordido, es que me gusta mucho el chocolate". Tenía tanto para decirte.
Tu voz siempre me nubló la razón, ese cabello que al moverse me deja inmóvil, esa mirada que altera mi ciclo cardíaco y esa sonrisa que me transporta a la puesta de sol más hermosa en la que haya estado, me hace preguntarme ¿estoy a salvo alado tuyo?, no quiero estarlo. Imaginé decírtelo, pero lamentablemente también imaginé tu clásica respuesta que tanto me hiere el alma: "Las Rosas no son rojas".
Nos despedimos y prometimos volvernos a ver alguna vez. Pero desde entonces tan solo te he visto sentada bajo la sombra de un árbol, corriendo en la arena e infaltablemente en mis sueños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¿Y tú qué piensas?